Un estudio llevado a cabo por el Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Vall d’Hebrón y la Universidad Autónoma de Barcelona que investiga la relación entre trastornos psicopatológicos e infracciones del tráfico concluye que uno de cada cuatro conductores que realiza cursos de reeducación para recuperar el carné de conducir padece un trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
La psicología del tráfico está tomando mucha relevancia en los últimos años en Seguridad Vial. Los psicólogos, conocedores de las variables psicológicas que afectan nuestra vida cotidiana, son profesionales que pueden aportar mucho en el proceso de cambio de actitudes en la conducción al tratar con psicopatologías que, si evidentemente afectan al entorno familiar y laboral de la persona, también influyen en sus formas de movilidad. En este contexto, el Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario Vall d’Hebrón y la Universidad Autónoma de Barcelona iniciaron en 2012 una investigación para determinar si existía o no relación entre trastornos psicopatológicos e infracciones de tráfico o, para ser más exactos: averiguar si las conductas de riesgo que asumen determinados conductores al volante son consecuencia de una disfunción psicológica que puede prevenirse y ser tratada para que estas personas no asuman conductas de riesgo.
Durante los cuatro años que ha durado el programa, los investigadores analizaron a casi 1.000 personas que realizaban cursos para recuperar el carné, condenados a ingreso en prisión o penados con medidas penales alternativas, aunque las conclusiones se centraron en 400 casos que estaban en cursos de recuperación. El perfil medio de estas personas resultó ser un varón de unos 37 años, casado y en situación laboral activa. En siete de cada diez casos había protagonizado un siniestro de tráfico y en uno de cada cinco ya había perdido anteriormente el permiso de conducir. Lejos de lo que pudiera parecer a priori, ni se trataban de personas asociales ni con un perfil delincuente: solo un 18% había tenido en algún momento de su vida algún problema legal no vinculado a la conducción y solo 4 de los 400 casos estudiados había estado alguna vez en prisión.
En este contexto, de personas que no difieren en apariencia de la población general, a uno de cada cuatro de estos infractores graves de tráfico se les diagnosticó un trastorno por déficit de atención e hiperactividad, más conocido por TDAH. Y aún hay más: analizando únicamente a las personas que repetían el curso para recuperar el carné, es decir, en el caso de reincidentes, el TDAH aparecía en el 40% de los casos, en cuatro de cada diez analizados, prácticamente la mitad de los infractores graves. Significativo.
Para el coordinador de esta investigación, el doctor en Psicología Sergi Valero, es evidente que si hay tan alta concentración de personas con TDAH en estos cursos, es porque esta psicopatología es un potente factor de riesgo de mala conducción. Y para ahondar aún más en el problema, además de los trastornos psicopatológicos, el factor alcohol aparece con una prevalencia cuatro veces mayor que en el conjunto de la población general: el 48% de los infractores graves de tráfico a los que se les diagnosticó TDAH, es decir, uno de cada dos, tenían o habían tenido a lo largo de su vida un problema de dependencia al alcohol.
En el marco de la Salud y la Seguridad Vial este estudio es de gran relevancia. Establecida la relación de TDAH con infracciones de tráfico, se abre una vía nueva de investigación de prevención de siniestros mediante diseños de protocolos de detección de esta psicopatología y su posterior tratamiento psicológico y/o farmacológico. Se topa, por contra, con toda la literatura existente en contra del trastorno del déficit de atención e hiperactividad, sobre todo desde que su propio descubridor, el científico Leon Eisenberg, acabase calificándolo como “un excelente ejemplo de trastorno inventado”. Asociado habitualmente a la infancia y a la adolescencia, durante un tiempo muchos papás han asociado problemas de conducta y de concentración de sus hijos al TDAH hasta que en 2013, al empezarse a utilizar sistemas de diagnóstico más restrictivos, empezaron a aislarse los verdaderos casos de TDAH de trastornos corrientes de impulsividad propios de la edad y de niños saludablemente activos.
Desligar con rigor científico donde acaba un comportamiento antisocial de rebeldía, de compulsividad o de control de emociones y dónde empieza la biología de la enfermedad, presuntamente genética y bioquímica, avanzando en los factores de riesgo asociados, continúa siendo un reto dado que el TDAH, si bien empieza a dar muestras en la infancia, se recrudece en la adolescencia y persiste durante toda la edad adulta asociada, la mayoría de las veces, a violencia, alcohol y/o drogas. Lo maravilloso, que se puede actuar sobre el mismo desde edades tempranas mediante terapias psicológicas que no necesitan, ni siquiera de medicación. Y en esto está este macroproyecto científico del Hospital Universitario Vall d’Hebrón y la Universidad Autónoma de Barcelona, que esperamos que se mantenga en el tiempo e influya positivamente en el estudio y tratamiento de este trastorno, contribuyendo también a reducir la siniestralidad vial. Aunque sea a futuro.