La cafeína aumenta la capacidad de concentración. A los veinte minutos de tomar una taza de café ya puede sentirse su efecto estimulante. No sorprende, por tanto, que una reciente investigación concluya que el consumo del café mejora el rendimiento de los conductores. Pero el café puede resultar tan beneficioso como perjudicial, dependiendo de si el café que tomamos es bueno o malo. Y en España no tenemos por costumbre tomar buen café.
Un estudio llevado a cabo por la Fundación Española de Seguridad Vial (Fesvial) y el Instituto de Tráfico y Seguridad Vial (Intras), promovido por la Federación Española del Café, ha puesto de manifiesto que el descanso, unido al consumo del café, reduce el tiempo de reacción, disminuye el número de veces que el conductor pisa la línea de la calzada y la sensación de somnolencia. En Francia, ya se había realizado una investigación similar comparando los efectos de tomar una taza de café (125ml. de café con 200 mg. de cafeína), contra placebo (café descafeinado con 15 mg. de cafeína) y contra una siesta de 30 minutos para evaluar los efectos que producía en la conducción. Tanto el café como la siesta evitaron la disminución de la atención en el momento de conducir en comparación con el grupo placebo.
Lo que está claro es que la cafeína es un estimulante del sistema nervioso central porque actúa como antagonista de la adenosina, de efectos sedantes y responsable del sueño. Por este motivo, todos los estudios científicos concluyen que el café mejora significativamente la capacidad de atención selectiva y la concentración en la tarea que se está realizando: al volante, en la oficina trabajando, estudiando…
La cafeína es buena, pero ¿es bueno el café que tomamos?
Aquí llegamos al quid de la cuestión. Ya sabemos que la cafeína mejora la capacidad de concentración; que la cafeína se encuentra en mayores concentraciones en el café… Pero, ¿y el café que solemos consumir en España? ¿Es bueno o malo para la salud?
Por desconocimiento, asociamos que tomamos el mismo café que en el resto del mundo, por lo que deducimos que nuestro café tendrá en nosotros los mismos efectos saludables que tiene en un francés, en un finlandés o en un australiano. Lo que obviamos es que, salvo en Portugal –único país con la misma tradición que nosotros–, en el resto se toma café, café, es decir, de tueste natural, y no la mezcla que hacemos en toda la Península con torrefacto.
Según datos de la propia Federación Española del Café, el 45% del café que tomamos en España es de mezcla (natural más torrefacto). El torrefacto es el mismo café que el natural, pero en el proceso de tostado se le añade azúcar que, al caramelizarse, le da al grano de café ese color negro tan característico. Su origen es muy antiguo y el objetivo era que al café no le entrara humedad y se pusiera rancio. Recubierto de azúcar duraba más tiempo. En España se puso muy de moda durante la posguerra, momento en el que el café que llegaba a nuestro país, a parte de malo, era carísimo. Añadiendo entre el 15-20% de azúcar a este café, se enmascaraba la mala calidad y se obtenía un producto más rentable. El resultado era un café muy negro y amargo, al que encima los españoles le añadimos mucho más azúcar.
Por costumbre, por sabor, porque asociamos un café negro a un buen café, a día de hoy en España seguimos enganchados al café torrefacto. Y éste, a diferencia del café natural, no es tan saludable por el exceso de azúcar que contiene. Sobrepeso, hipertensión, colesterol, diabetes, arritmias, sobrecarga del hígado, problemas digestivos, cansancio, insomnio e, incluso, halitosis… Pese a la multitud de investigaciones existentes resaltando los beneficios del café, ante cualquiera de estos problemas, su médico le desaconsejará tomarlo.
Dicho que los efectos del café pueden ser tan positivos como negativos dependiendo del café que se consume, nuestro consejo es que, si no te pasas al natural, mejor tengas cuidado con el café. Y más si no te gusta beberlo sin azúcar.