La cifra de muertes registrada durante Semana Santa supera considerablemente la de 2013. Mal estado de las carreteras, relajación de los conductores, mensajes contradictorios de la DGT… Las causas son múltiples y habrá que analizarlas despacio. Hasta entonces reivindiquemos a las víctimas.
Por Maite Cañamares
Impresiona como cada Semana Santa los informativos abren sus sumarios con las cifras de muertos en la carretera, imágenes de vehículos hechos fosfatina y, lo último ya, vídeos de la propia DGT de unos coches impactando contra otros… Indigna por otro lado la indiferencia social respecto a estas víctimas, las de la carretera, que si no te tocan de frente pasan de largo a la misma velocidad que circulan los coches. Mañana nadie hablará ya de estos muertos porque fallecieron uno a uno y no todos juntos, de golpe, en un accidente aéreo o ferroviario o en un brutal atentado terrorista. Pero no se puede relacionar, ni qué decir comparar, víctimas de siniestros viales con víctimas de terrorismo sin que te miren como si te hubieses vuelto loca.
Me pasa a mí, le pasa a muchos y lo sufrió públicamente el filósofo Reyes Mate. Ni su trayectoria profesional ni el ser Premio Nacional de Literatura le salvaron de las críticas y los comentarios insultantes, cuando en 2009 publicó en el diario “El País” la tribuna Víctimas de ETA y accidentes de tráfico. En una brillante exposición, el prestigioso profesor explicaba que mientras el acto terrorista atenta contra el principio cultural del “no matarás” y es repudiado por toda la ciudadanía, los siniestros viales se asumen estoicamente como el precio a pagar a cambio del progreso y la velocidad asociada al mismo. Es solo por ello que continuamos llamándoles “accidentes”, aunque nada tengan de tal.
Y no puedo estar más de acuerdo con él, porque es un dato que la carretera causa más muertes y heridos que las propias guerras. Y en todos los siniestros viales existe un acto de voluntariedad dado que, antes de que se produzca el siniestro, el causante –ya sea la propia administración descuidando infraestructuras, ya sea el propio conductor del vehículo poniéndose al volante– ya ha tomado libremente una serie de decisiones que le convierten en responsable del siniestro que ocasiona. Pues bien, como dice el propio Reyes Mate, ante esto algo habrá qué hacer: “para que algo tan absurdo, derivado del prestigio social del coche y de la velocidad, deje de producir tanto sufrimiento”.
Hija, ven en tren
Enlazo aquí, la maravillosa conferencia “El olvido de las víctimas” que Reyes Mate pronunció el pasado mes de enero en su localidad natal, Pedrajas de San Esteban (Valladolid). Un homenaje reivindicando la memoria de Diego y Sergio, dos jóvenes del pueblo muertos en julio de 2013 atropellados por una conductora ebria de 29 años. La conferencia es un resumen del estudio “El progreso, la velocidad y los accidentes. Sobre la indiferencia moral a propósito de las víctimas de la carretera” y forma parte del proyecto de investigación sobre víctimas viales que capitanea el filósofo como investigador del CSIC en el Instituto de Filosofía.
Ambos textos constituyen una lectura muy amena para todos los que nos preocupamos por la seguridad vial, además de ser muy instructiva para los que usamos habitualmente el coche como medio de transporte. Ratifica mi opinión sobre los riesgos de la carretera, a la que cada día tengo más miedo, la incultura vial y la incomprensión social existente sobre el tema. Rememorando aquel famoso anuncio de los 70 en el que el niño, en vez de despedirse de su padre con el tradicional “Papá, no corras” le pedía: “Papá, ven en tren”, yo me he pasado toda la Semana Santa en el pueblo repitiéndole a mi hija: “Altea, deja el coche y ven en tren”. Al final, y al igual que ocurrió con mi marido, todos mis intentos resultaron en vano, por lo que mis vacaciones han incluido muchos momentos de ocio y felicidad, pero también duros calvarios de ir contando las horas y minutos que tardaban los míos en sus idas y venidas. Es una parte del peaje que pagamos todas las semanas santas las víctimas de siniestros viales –que es lo que soy yo desde que otro conductor mató a mi padre– y que en muchos casos tenemos que sufrir en silencio, pues siempre hay alguien que, por hacerlo público, te suelta eso de “no seas exagerada, que lo de tu padre fue un accidente”.