El actual escenario económico y la creciente sensibilización por el medio ambiente está cambiando a una velocidad vertiginosa los hábitos de movilidad de los jóvenes. Aunque para la mitad de los menores de 34 años tener coche propio continúa siendo un icono de estatus social que otorga libertad, independencia y autonomía, un 32% considera el coche un bien obsoleto, un gasto innecesario que solo está dispuesto a pagar cuando lo necesita. La industria del automóvil se reinventa y se adapta a las nuevas demandas apostando por los vehículos híbridos, eléctricos e, incluso, autónomos, y apuntándose al carro de la economía colaborativa y de movilidad compartida.
El carsharing
Consiste en el alquiler de coches por horas de forma más flexible y a precios más económicos que los que ofrecen las empresas tradicionales. A diferencia de un “rent a car” tradicional, el usuario no está obligado a tener el vehículo 24 horas, ni a pagar suplementos por combustible. El carsharing funciona como un club de automóviles. Al darte de alta, eliges una cuota mensual de socio ajustada a tus necesidades y recibes una tarjeta/llave. Por Internet escoges el coche que necesitas, el parking más cercano al lugar de recogida –suelen estar en intercambiadores de metro, bus y tren– y la hora de recogida. Y ya está, tú luego solo pagas por el tiempo de uso y el kilometraje, los coches incluyen tarjeta de combustible sin coste adicional, por si es necesario repostar. Con una flota de 200 vehículos y en aumento, Respiro, por ejemplo, ofrece en Madrid tarifas desde 2,00 €/h hasta 25,00 €/día. Más ajustado, imposible.
Este sistema de carsharing es el B2C, el más usado en España, en el que una empresa privada se encarga de todo –compra de vehículos, mantenimiento, seguros, parkings reparaciones, etc.– y el usuario solo tiene que darse de alta, reservar coche y usarlo cuando lo necesite. Pero existe otro modelo de negocio, el P2P, gestionado por los mismos fabricantes de automóviles.
Ford es la primera empresa que se ha apuntado a la movilidad compartida y ha lanzado simultáneamente en Estados Unidos y Londres su programa de P2P carsharing. En este caso la flota –14.000 vehículos en EE.UU. y 12, en Reino Unido– son coches Ford de propiedad privada –es decir, que un cliente particular compra a través de Ford Motor Credit y, para financiarlo. alquila el vehículo por horas–. La gestión la realiza para Ford: Getaround en América y easyCar Club, en Europa. El famoso fabricante ha sido pionero de un nuevo sistema de propiedad y gestión comunitaria que, según los analistas, va a ser uno de los nuevos filones de la industria automovilística.
Ambos sistema de movilidad colaborativa están resultando ser una alternativa al coche privado en ciudad, pero también están llegando al mundo rural donde el coste de mantener un vehículo privado también es muy caro, dadas las carencias de sistemas públicos de transporte. La iniciativa, muy premiada a nivel internacional, la tomó en 2014 el municipio francés de Tinchebray (2.500 habitantes, Normandía). El ayuntamiento adquirió dos coches eléctricos Renault para ponerlos a disposición de los vecinos bajo la modalidad de carsharing. Los habitantes de este pueblo que han decidido abonarse a este servicio pagan una cuota mensual de 20 euros más el coste en función de su uso. Son muchos los ayuntamientos decididos a imitar esta iniciativa, incluso en España, donde ya se desarrollan experiencias pilotos en el País Vasco, por ejemplo.
El carpooling
A diferencia del carsharing, en el carpooling o ridesharing los usuarios comparten tiempos y rutas con el propietario del vehículo (conductor). Es un método de movilidad colaborativa muy usado en desplazamientos laborales y en trayectos de larga distancia. Conductor y pasajeros comparten los gastos, estos últimos solo incluyen combustible y peaje: el conductor no puede obtener beneficio económico y en los gastos no se incluyen los relativos a impuestos, seguros y mantenimiento del vehículo.
El beneficio más obvio de compartir coche es la reducción de gastos para cada usuario. Y al propietario del coche, con cada tres acompañantes, cada trayecto le sale hasta un 75% mas barato. Pese a existir plataformas que facilitan el carpooling poniendo en contacto a las personas que buscan pasajeros y conductores, el precio del trayecto lo marca el conductor. BlaBlaCar, Amovens, etc., son algunas de estas empresas, que tienen en pie de guerra a los sectores del transporte de pasajeros interurbanos y de los taxistas. Ambos presionan para que las autoridades prohíban estas prácticas de movilidad colaborativa, o al menos endurezcan su control.
El polémico caso de Uber
Pero no es lo mismo lucro que consumo colaborativo, como ha explicado ya en distintas ocasiones el Ministerio de Fomento ante la protestas de autobuses y taxistas. La filosofía de las empresas anteriormente citadas es enlazar usuarios para que compartan gastos sin ganar dinero. Es decir, son redes sociales que conectan personas. No ofrecen ni flota de vehículos ni conductores.
Pero existe otra empresa, Uber, a la que hace ocho meses se prohibió operar en nuestros país por vía judicial. No se trata de cualquier empresa, sino de una factoría estadounidense valorada en más de 50.000 millones de euros, que ha denunciado a España ante la Comisión Europea por defender el monopolio del taxi. Uber, en cuyo accionariado está Google, afirma que no se dedica al transporte de personas, que solo conecta usuarios para compartir coche, aunque a diferencia de BlaBlaCar, este último elije trayecto –no se acomoda a la ruta del conductor– y paga unas tarifas fijas en base a la distancia recorrida.
A la espera de que se resuelva el conflicto con Uber, lo que sí está muy claro es que los modelos de movilidad colaborativa son una alternativa sostenible, relativamente sencilla gracias a las nuevas tecnologías, muy demandada por buena parte de nuestra juventud, menos vinculada al concepto de propiedad y más al de compartir. Un sistema de movilidad moderno en el que hasta los fabricantes de vehículos han visto un nuevo nicho de mercado, bueno para el medio ambiente y para nuestro bolsillo, por muy amantes que seamos del vehículo privado.