“Tengo que confesar algo y hacerlo público… Hoy he atropellado a un ciclista que circulaba delante de mí. Iba despistada cambiando la emisora de radio, me he metido en el arcén y le he dado. Creo que lo he matado, no he parado para comprobarlo pero, creo que no se movía. Tengo el parachoques destrozado, tendré que cambiarlo hoy mismo, me gusta que mi coche esté perfecto. Sé que no me va a pasar nada si me localiza la Guardia Civil, nadie me va a procesar y ni siquiera pagaré nada, ya que, lo hará mi aseguradora. Ni siquiera en el peor de los casos, me retirarán el permiso de conducir…”.
“En realidad, esa no soy yo, esto es lo que le ocurrió a mi marido, Óscar”. De esta desgarradora forma empieza la carta que Anna escribió y acabó convirtiéndose en un llamamiento en Change.org con la intención de lograr que se cambien los artículos 142 del Código Penal, que regula el homicidio por imprudencia, y el artículo 195, sobre la omisión del deber de socorro.
Óscar fue atropellado por un camionero el 21 de octubre de 2013 cuando a la 7.30 de la mañana circulaba en bicicleta por el arcén de la autovía de Toledo. Como todos los días, se desplazaba desde su domicilio al trabajo. El camión no paró y siguió su camino. La Guardia Civil de Tráfico dio aviso a todos los talleres mecánicos y horas después el camionero era detenido en uno de Toledo, cuando iba a cambiar el paragolpes. Se le imputaron los delitos de homicidio en grado de tentativa y de omisión de socorro.
El 15 de diciembre de 2015, el juzgado de Navalcarnero que instruía el caso entendió que la actuación del camionero se debió a una imprudencia leve, y como el cambio del Código Penal había despenalizado las faltas, ello suponía que quedaba exento de juicio. Por si esto fuera poco, el camionero había tenido la “buena suerte” de que Óscar, consecuencia del golpe del camión, muriera en el acto. Si lo hubiese dejado malherido o hubiese muerto dos horas después, habría habido delito de omisión de socorro. Es terrible pero, según nuestros tribunales, “el fallecimiento súbito e instantáneo de la víctima de un accidente de tráfico, en el que es imposible cualquier tipo de ayuda, no entra dentro del tipo penal de la omisión del deber de socorro aunque el infractor se dé a la fuga”.
Anna se rompió por dentro. Pero tanto dolor al sentirse desprotegida por leyes y jueces y el profundo amor que tenía y tiene por Óscar se transformó en coraje. Recurrió el auto del juzgado de Navalcarnero. El fiscal del caso se sumó a la apelación apoyándose en el informe técnico elaborado por la Guardia Civil, lo que contribuyó a que la Audiencia Provincial de Madrid entendiese que se debe continuar la instrucción por posible homicidio imprudente. La Audiencia rechazó, por el contrario, que el camionero fuese investigado por el delito de omisión del deber de socorro. En su escrito, mantiene que es “un delito imposible”. Si atropellas a una persona y la matas, no hay delito si te das a la fuga. ¡Qué barato sale matar en este país!
A las personas de bien esto les parecerá una atrocidad, pero esta benigna interpretación de la ley está amparando a los cada vez más conductores inhumanos, no puede llamárseles de otra forma, que optan por darse a la fuga en casos similares. En tan solo dos días de esta semana, tres casos: dos atropellos mortales a ciclistas y un tercero a una niña de cuatro años en Madrid. Los tres conductores huyeron y no auxiliaron a sus víctimas. Seguro que ha habido más, la fuga es una constante, pero si han trascendido estos tres sucesos es únicamente porque la Guardia Civil solicitó públicamente ayuda para encontrar a estas “personas”.
Detrás de muchas de estas fugas, como llevan denunciando desde hace tiempo Guardia Civil y Policías, hay muchos conductores ebrios o drogados, delincuentes viales reincidentes que, conscientes de sus actos, se dan a la fuga incluso abandonando el vehículo o escondiéndolo, para evitar someterse a un inmediato control de alcoholemia y de drogas que agrave su situación. De esto se sabe. Lo que la mayoría desconoce, a no ser que le toque, es que en el otro lado, queda una familia destrozada pendiente del resultado de una autopsia que, aún habido sido informada de que el fallecimiento en el acto de su marido, padre, madre, hijo o hermano les va a perjudicar a nivel legal, cruza dedos para que su ser más querido haya muerto de inmediato, sin sufrimiento alguno, y no pasados los minutos o las horas, después de ser abandonado a su “suerte”.
Este dolor, consecuencia de tan repugnante acción a la que se enfrentan más de un centenar de familias cada año, es lo que empujó a Anna, viuda de Óscar, a iniciar una campaña de recogida de firmas mediante una petición en Change.org para que se reformen los artículos 142 y 195 del nuevo Código Penal. Necesitaba 200.000 para que su petición llegara al Congreso de los Diputados y a los ministerios de Justicia e Interior Mañana, 15 de diciembre, Anna se las entregará en mano a Rafael Catalá, ministro de Justicia, que se reunirá con esta valiente mujer que, mientras enterraba a su marido, prometió a su dos hijos no descansar hasta hacer justicia y honrar así su memoria.
Aún estáis a tiempo de firmar la petición (https://www.change.org/p/congreso-de-los-diputados-no-m%C3%A1s-muertes-impunes-en-la-carretera-como-la-de-mi-marido-porunaleyjusta) y apoyar a Anna en esta lucha #porunaleyjusta Porque no es esta una reivindicación de un único colectivo, el ciclista. Mientras pisemos calle, nadie estamos libres de ser atropellados o, como conductores, de ser causantes de un atropello, por temeridad o por puro accidente. Necesitamos una ley que nos proteja y ampare en todos los casos, si por ética, humanidad y responsabilidad no somos capaces de hacerlo por nosotros mismos. Si la libertad y la responsabilidad son inseparables, es evidente que, en seguridad vial, la fe en la responsabilidad individual, a día de hoy, continúa siendo una quimera. Peor aún, que la norma proteja al que mata, eso ya es una locura.