El pasado mes de septiembre, el colectivo Pedalea y la Asociación Acera Peatonal celebraron un acto conjunto en el que invitaron a la ciudadanía a recorrer las aceras de Zaragoza con carritos de la compra, maletas, silla de ruedas o con la bicicleta en la mano. El objetivo era llamar la atención sobre la excesiva circulación de bicicletas por las aceras, mostrando gráficamente otros vehículos con ruedas que sí tienen las aceras como lugar natural de paso.
Y es que, aunque a día de hoy nadie ponga en duda que el incremento espectacular del uso de la bicicleta en los últimos años resulta un avance positivo que mejora la movilidad, el medio ambiente y la vida de los ciudadanos, la realidad es que este crecimiento está provocando un efecto negativo que podría empañar todo el trabajo de promoción de la bicicleta: este es la permisividad generalizada del uso de bicicletas por las aceras, con las consecuentes molestias para los peatones.
Muchos ciudadanos, tanto entre los que montan en bici, como entre los que circulan a pie, desconocen si esto les está permitido y al final lo que se está produciendo es un abuso análogo al que sufren los ciclistas en la calzada por parte de los coches. Aunque en la legislación de tráfico no exista ningún artículo que prohíba expresamente a las bicicletas transitar por las aceras reservadas a los peatones, el Reglamento General de Circulación, al que han de atenerse los ciclistas, dice en su artículo 121.5 que “la circulación de toda clase de vehículos en ningún caso deberá efectuarse por las aceras y demás zonas peatonales”. Y la bicicleta es un vehículo, que no se le olvide a nadie.
De circular por la acera, a saltarse todas las normas de circulación
- Saltarse un semáforo en rojo o, sencillamente, ignorar los semáforos.
- Pasar de la acera a la calzada y de la calzada a la acera a conveniencia. Incluso circular en dirección prohibida.
- Usar el timbre en aceras estrechas para que los peatones dejen pasar a la bicicleta.
Algunos ciclistas acaban por incumplir las normas de circulación y las del sentido común. Y todo por el peligro que muchos nuevos usuarios de la bicicleta perciben al circular por las calzadas. Un miedo que, en ningún caso debe de “subirse” a la acera trasladándolo al peatón, que es el que menos culpa tiene. De ahí lo positivo de iniciativas como las de Pedalea y Acera Peatonal, aunando fuerzas entre ciclistas y peatones, para que sean las autoridades locales las que se preocupen más en mejorar las condiciones de seguridad para las bicicletas en las calzadas mediante la implantación de más carriles bicis y la pacificación del tránsito en las calles de la ciudad. Únicamente así, la acera volverá a ser peatonal.