España ha reducido el número de nuevos conductores a la mitad en diez años. Factores económicos, sociales y, sobre todo, demográficos, explican esta caída que tanto alarma a los fabricantes de coches.
En 2004, aprobaron el examen para la obtención del carné de conducir 783.351 personas. En 2014, según datos de la Dirección General de Tráfico, solo aprobaron el examen 395.208. Desde la DGT siempre se ha achacado este descenso a la coyuntura económica, dado que la bajada en el número de nuevos conductores coincidió con el inicio de la crisis. Si hasta 2009 el número de aprobados no sufrió ningún cambio significativo con respecto a los años anteriores, en ese año es cuando se produce una caída de más de 300.000 nuevos carnés de conducir. De los 873.000 nuevos conductores de 2008, se pasó a 533.000 en 2009, y desde entonces las cifras de aprobados siguió descendiendo año tras año hasta los 387.138 de 2013. En 2014, la cifra de nuevos conductores fue ligeramente mayor –395.208–, pero no puede interpretarse como un incremento significativo.
Los especialistas en materia de tráfico insisten en que este descenso se debe exclusivamente a la crisis. La juventud de hoy no quiere invertir en obtener el carné de conducir, si luego no va a poder comprarse un coche. Pero también influyen otros factores. Varios estudios realizados en Europa y Estados Unidos en los últimos años han concluido que los jóvenes procedentes de hogares con ingresos anuales superiores a los 70.000 dólares o 60.000 euros tampoco se “matan” por sacarse el carné de conducir. Si la generación de sus padres “compraron” la felicidad con la adquisición de bienes materiales –vivienda, vehículos, etc.–, ellos prefieren obtenerla viviendo experiencias, viajando, por ejemplo, pero en avión a destinos más lejanos, o en coche compartido o alquilado, si es más cerca. Se acabaron los créditos y las compras caras –sino es para invertir en el móvil de última generación, claro–. De la crisis han aprendido que no es aconsejable “hipotecarse” la vida y el coche se percibe como una carga que implica un desembolso continuo –seguros, combustible, impuestos, aparcamientos– muy elevado. En 2014, el número de coches nuevos vendidos a menores de 34 años no llegó al 30% del número de ventas totales.
Y a todos estos cambios hay que sumar finalmente, el descenso de la población joven en España. Si en 2004, en nuestros país había casi 3 millones de jóvenes de entre 20-24 años y más de 6,5 millones, de entre 25-29 años, en 2014 esta cifra se redujo a 2,2 millones de jóvenes de entre 20-24 años y 2,5 millones, de entre 25-29 años. En diez años, España perdió casi 2 millones de personas de entre 20 y 29 años. El descenso se explica por la caída de la natalidad, el progresivo retorno a sus países de origen de la familias de emigrantes y alto volumen de emigración de nuestros jóvenes buscando salida laboral fuera de España. Y estamos comparando 2004-2014, en 2016 las cifras son más desalentadoras aún.
El envejecimiento de la población, la crisis económica y la nueva forma de consumir de la juventud, está obligando a la industria automovilística a reinventarse hacia la movilidad colaborativa, por supuesto, menos contaminante y más cuidadosa con el medio ambiente, apuntándose al carro del carsharing, como ya han hecho fabricantes como Ford o Renault, entre otros. La industria del automóvil está dispuesta a monopolizar este nuevo sistema de propiedad y gestión comunitaria de vehículos que, según los analistas, va a ser la alternativa y va ir sustituyendo poco a poco al antiguo modelo de coche privado.