España está repleta de bellas ciudades de sinuosa orografía con calles empinadas que parecen no van a acabar hasta tocar el cielo. Para salvar estos desniveles y mejorar la accesibilidad entre zonas bajas y altas, surge el transporte vertical –ascensores, rampas, escaleras mecánicas, etc.– que facilitan la movilidad peatonal.
El desarrollo de una movilidad urbana más sostenible pasa por mejorar las condiciones de accesibilidad entre las distintas parte de una ciudad, incluso en aquellas que para pasar de un barrio a otro hay que ascender o descender una enorme ladera con empinadísimas calles. Los cambios tecnológicos, sociales y económicos que llegaron con el siglo XXI trajeron la solución, permitiendo adaptar para el uso en las vías públicas –es decir, al aire libre–, mecanismos de transportes ya conocidos por todos en espacios cerrados donde había que salvar barreras de altura y distancia: centros comerciales, aeropuertos, etc… Así las cosas, ascensores, escaleras mecánicas y rampas empezaron a salir a la calle para conectar un punto con otro de difícil acceso, siempre con el objetivo de mejorar la movilidad peatonal y ciclista y facilitar la accesibilidad de las personas mayores y con movilidad reducida. Es la movilidad urbana vertical.
Euskadi es la comunidad autónoma con mayor número de infraestructuras de movilidad urbana vertical (ascensores, escaleras y rampas mecánicas, funiculares y teleféricos), ya que aglutina el 46,5% de las instalaciones de este tipo de un total de 400 infraestructuras localizadas en toda España. De acuerdo con un estudio del profesor de la Universidad de Navarra Juan José Pons, Bilbao es el segundo municipio en esta clasificación con 29 infraestructuras, por detrás de Barcelona (72) y solo ligeramente por delante del municipio guipuzcoano de Eibar (27), que figura en tercer lugar en la lista. La crisis económica ha bajado la fiebre generalizada de instalar ascensores, rampas y escaleras mecánicas en numerosos municipios, pese a las peticiones y reclamaciones de los ciudadanos que han visto como la vida de sus vecinos ha dado un vuelco gracias a estos elementos mecánicos.
Y es que poner en marcha un sistema de movilidad urbana vertical no es barato: al mecanismo de transporte (adquisición, instalación y mantenimiento) hay que sumarle la obra civil y esta última, por dimensiones y dificultades, suele dispararse un pico. Pero dinero aparte, la accesibilidad sigue siendo el criterio fundamental a la hora de instalar o no un transporte vertical ya que en muchas ciudades las enormes cuestas y pendientes dificultan la vida de muchas personas: ancianos, personas con movilidad reducida, niños o adultos que portan bultos, empujan carritos o circulan en bicicleta. Por si esto fuera poco, podríamos añadir finalmente el valor paisajístico y turístico de estos sistemas de transporte vertical si se diseñan y construyen con delicadeza en los lugares apropiados. Nos acordamos ahora de las escaleras mecánicas de acceso al monumental de Toledo.