Aprender a montar en bicicleta es muy fácil, además de importante para el desarrollo psicomotor e intelectual de nuestros hijos. A partir de los cuatro o cinco años, tu peque ya puede empezar a dar sus primeras pedaladas. Así que, en lugar de sufrir por las posibles caídas, rasguños o heridas, equípale con casco, rodilleras y coderas y ayúdale a descubrir una de las experiencias más fascinantes de la infancia.
Ninguna persona puede olvidar la satisfacción que le supuso aprender a montar en bicicleta. Y lo recordamos porque, según los psicólogos infantiles, es un momento crucial en el desarrollo de nuestra personalidad y la configuración de nuestra autoestima. Todos los niños deberían tener la posibilidad de disfrutar de una bici y aprender a andar en ella cuanto antes. Porque, aunque para montar en bicicleta no hay edad, hacia los 4 o 5 años nuestros hijos ya han desarrollado destrezas motrices suficientes como para controlar el equilibrio sobre dos ruedas.
Pero a algunos papás nos entra el miedo: caídas, golpes, rasguños o heridas. Tenemos que pensar que los habrá o no, son parte del proceso de montar en bici –¡cómo cuando aprendieron a andar!–. Nuestra labor no es es tratar de retrasar el momento en que nuestro hijo empiece a pedalear, si no disminuir al máximo las consecuencias de cada posible caída, acostumbrando a nuestros peques a usar casco, rodilleras y coderas de protección.
Y a poder ser, ¡sin ruedines! Desde que empiezan a andar, hoy es costumbre que casi todos los niños tengan una moto correpasillos que propulsan con los pies. Si tu bebé no la tiene, inclúyela en la carta a los Reyes Magos. Es el mejor juguete que pueden recibir antes de la bicicleta para desarrollar el equilibrio. Pasar del correpasillos a una bicicleta sin pedales será después “pan comido” para ellos. Porque la bici sin pedales es el mejor método para aprender a montar en bici; los ruedines retrasarán siempre la adquisición del equilibrio. Lo ideal y más práctico es comprar una bicicleta normal –con frenos– ajustada a la estatura del pequeño, desatornillarle los pedales y ajustar la altura del sillín, de modo que el niño, estando sentado, apoye ambos pies en el suelo.
El paso siguiente es buscar un lugar adecuado para practicar con la bicicleta: lo más plano posible y con pocos obstáculos. Fundamental que el niño no se tope con mucha circulación –peatonal–, para que pueda familiarizarse con la bici y propulsarse a su antojo. Al principio lo hará pasito a pasito, pero en la medida en que vaya tomando confianza se impulsará con más fuerza, por lo que mejor evitarle tropezones. Solo después, cuando ya se equilibre en la bicicleta, empezaremos con los obstáculos.
Unos bolos infantiles, unos cubos de arena boca abajo, cualquier objeto de plástico o blando nos servirá para fabricar una especie de circuito en el que nuestro peque se divierta haciendo zig-zag con la bicicleta y, al tiempo que juega, aprender a manejar la dirección. Coloca los obstáculos a una distancia suficiente que no le obligue a girar demasiado el manillar y logre dirigir la bicicleta apoyando los pies en el suelo el menor tiempo posible. El circuito también servirá para que el niño aprenda a practicar con los frenos, en lugar de parar la bicicleta con los pies. Es muy importante que los pequeños se acostumbren y aprendan a frenar.
Y ya está: dominada la bicicleta sin pedales, ya podemos colocar estos últimos. Los cinco o diez primeros minutos resultarán incomodísimos porque, al estar acostumbrados a propulsarse con los pies, se golpearán continuamente los tobillos con los pedales. El truco más sencillo para evitar moratones es usar los propios pedales. A bici parada, se hace fuerza con el pie en el pedal más elevado y luego, como siempre, a mantener el equilibrio. Cuando la bicicleta se pare, a repetir, hasta que el niño se acostumbre a mover la bici con el impulso generado en los pedales. El último paso, apoyar los dos pies en los pedales y ¡a pedalear! Avisamos que esto no sale a la primera y habrá que repetir muchas veces hasta controlar la fuerza que se aplica con los pies y el balanceo del cuerpo sobre la bicicleta. Cada niño es diferente y unos lo lograrán más rápido que otros, pero con estos pequeños consejos será mucho más sencillo. Así que, ¡paciencia papás!